Control, la Historia de Ian Curtis





"Existence.. Well, what does it matter?
I exist on the best terms I can
The past is now part of my future
The present is now out of hand”

Mucho se ha dicho el último tiempo de Joy Division. Con el renacer del death rock y post punk esta banda se convirtió en infaltable de cada fiesta y hasta apareció en poleras exhibidas en el persa. Su característica de under pasó al olvido y ahora no hay banda local que no le tenga un cover.

Sin embargo, el mérito de Joy Division va muchísimo más allá de todo aquello. Partamos por reconocer que su música es buena, mutando desde temas pegadizos como Transmission hasta temas que suenan felices, pero que con sus letras nos recuerdan que la mayoría de las veces la vida no lo es.

Pero hoy quiero detenerme en la figura de su vocalista, Ian Curtis, de quien siempre me llamó la atención su historia y su trágico final. Hace poco más de un año vi por primera vez “Control, la Historia de Ian Curtis”, y en ella se refleja claramente por que el suicidio pudo ser su única salida.

De la cinta se desprende que desde su juventud Ian se sintió prisionero. Su pueblo natal le aburría profundamente y en su afán de escapar de la monotonía diaria se drogaba con fármacos robados y llegó a cometer los errores que tan caro le costarían años más tarde: casarse a los 17 años y tener una hija poco después.
Siempre le atrajo la música y así llegó a incorporarse como vocalista a Warsaw, después Joy Division. Con los demás integrantes de la banda nunca fueron amigos y su relación si bien era relajada, tampoco implicó nunca una preocupación personal hacia él. Con el paso del tiempo Ian debía dividirse entre su trabajo en una agencia de empleos de beneficencia, su rol como padre de familia y su papel de vocalista, donde parecía poder liberarse y ser quien deseaba. Pero hasta esto último se convirtió en una carga.

Con el paso de los años y el éxito alcanzado por la banda Ian tenía que saber responder en cada presentación, grabando y saliendo de gira, en un torbellino del que sentía no poder escapar. Un respiro a todo esto fue su relación con Anike, de la cual se enamoró. Al comienzo la relación parecía andar perfectamente (obviando que era paralela a su matrimonio) pero pasado un tiempo la culpa que sentía lo estropeó todo.




Quizás fue que ella no lo siguió o tal vez fue él quien no se arriesgó a dejarlo todo por lo que realmente amaba. Como él mismo dijo en la carta que le escribió a Anike, su corazón ya tenía demasiadas heridas, y nada parecía poder salvarlo de ese final que tanto lo aterraba. Estaba enfermo, las medicinas contra su epilepsia no ayudaban y enterarse de la muerte de una muchacha conocida y padecía de la misma enfermedad, acabó con él.

Preso en si mismo y viviendo una vida que parecía la de alguien más, y que él definitivamente no quería, decidió acabar con todo un 18 de mayo. No logro imaginar cuánto valor requirió tomar esa decisión, pero creo que todo su dolor y su conflicto emocional se reflejan de manera notable en las actuaciones de Sam Riley.

Parece increíble que mientras el mundo se derrumbaba para Ian, sus compañeros de banda apenas lo notaran. Pero si algo les concedo es el mérito de que cuando murió asumieron que jamás podrían recuperar lo perdido, y buscaron su propio rumbo, reinventándose como New Order.

  © Blogger template The Professional Template II by Ourblogtemplates.com 2009

Back to TOP